13 mayo 2008

GRAND PRIX


GRAND PRIX
USA. 1966. 179’ Color
John FRANKENHEIMER

13/5/2008

Comentando mis impresiones sobre Grand Prix, trato de satisfacer varias cuestiones personales que espero también compartir con más personas, ahora lectores de este artículo.

En primer lugar, reconocer una película a la que a mi parecer no se le ha hecho la debida justicia, firmada por un director que ni siquiera tras su muerte –como suele ser habitual- ha sido valorado apropiadamente y en segundo lugar, por analizar una de las pocas películas que recoge ajustadamente en la pantalla el mundo de las carreras de la Fórmula 1 en particular.

Con respecto al film, el escaso e injusto reconocimiento de su autor, unido a que siempre se ha considerado por parte de los más “asiduos” a Frankenheimer, que su primera etapa como director es la verdaderamente destacable
[i], no ha jugado especialmente a favor de esta gran producción –con lo que esto entraña en los más sesudos críticos, normalmente mal dispuestos ante el apelativo “gran” unido a producción-.

Sin embargo, John Frankenheimer fue un autor en toda regla; sin duda, no fue un maestro, pero su filmografía esta plagada de obras maestras y grandes películas, además de mostrarnos una línea definida como autor, que muy pocos directores en la historia, menos aún de su generación, nos han legado. Por esa razón, no solo sus primeras producciones en blanco y negro[ii] son grandes películas, ya a lo largo de su carrera nos ha regalado maravillas como Yo Vigilo el Camino, Los Temerarios del Aire o esta misma que nos ocupa. Todo esto sin duda, nos invita a realizar un estudio de este gran director en este mismo blog… queda pendiente.

Por otro lado, comentábamos, está la relación con la F1, el tema que ocupa a la película. Comenta Yves Montand en el film, tras correr en Mónaco y ante la pregunta de si siente miedo en la pista, que para eso es necesario mucha imaginación y un piloto es un ser carente de ella. Sin duda, no es esta una película sobre la Fórmula 1 en general, sino sobre lo que significaba este evento en los años 60, más alejado del deporte de lo que actualmente se puede imaginar.

En esos años, los pilotos pertenecían a una especie más minoritaria aún que en la actualidad, donde efectivamente solo 22 pilotos y un puñado de reservas tienen reservado un asiento en un monoplaza, pero donde el número de categorías inferiores es sin duda exponencialmente superior al de aquellos años. Pero además, se trataba de un grupo de hombres arriesgados, en algunos casos sin forma física de ninguna clase –o al menos como se entiende ahora o como muy pronto desde la irrupción de Lauda a finales de los años 70-, aventureros en la profesión y en la vida particular, además de fumadores, bebedores, mujeriegos y amantes de La Dolce Vita.

En la actualidad existen pilotos que remotamente se parecen a estos pioneros en este sentido, pero sin embargo para ellos en la actualidad, no hay ningún tipo de comprensión en un absolutamente profesionalizado negocio, en el que solo en Ferrari desde su más remoto origen, ha sometido la imagen del piloto, a la imagen de marca.

Pues bien, este film absolutamente recomendable, lo es también por lo tanto, por el fiel y admirado retrato que hace de este espectáculo y esa forma de vida, donde los pilotos carecen por completo de medidas de seguridad; en el que solo un casco rudimentario y un arco de seguridad ridículo consiguen defender al piloto de los más que probables accidentes; donde en los circuitos la gente puede ver las carreras desde la misma cuneta; donde no existe el coche de seguridad y ante los accidentes, los equipos de ayuda deben sortear los coches en carrera. Este mundo de fama, admiración, cigarros, alcohol, fiestas, relaciones y corazones rotos es absolutamente real y está ineludiblemente unido al de la gasolina, la velocidad, la temeridad, el peligro o como dice Yves Montand a modo de resumen, a la ausencia absoluta de imaginación.

En definitiva, John Frankenheimer, neoyorkino de nacimiento pero europeo por origen –de padre alemán y madre irlandesa- nos acerca en ocasiones de forma casi documental al verdadero mundo de las carreras. No obstante, algo debió decidir al director –piloto en su juventud- a recrear el mundo del “grand prix europeo”. No obstante, es conocido por todos, que los norteamericanos como en la gran parte de los deportes consideran sus competiciones como los verdaderos mundiales y tampoco la Formula 1 hace sombra en este país a la Fórmula Indy, la Champ Car e incluso a la Nascar, ni siquiera en pistas tan míticas como Mónaco, Nurbürgring o Monza, las carreras que John Frankenheimer rueda de manera excepcional, en ocasiones utilizando más de 20 cámaras de entonces para un rodaje en Panavision con la complejidad técnica que esto suponía en 1966.

Solo los títulos de créditos iniciales son una obra maestra en sí mismos, por el montaje excepcional, el sonido espectacular y la gran imaginería estética, obra del más reputado y genial creador de títulos de crédito de la historia del Cine, Saul Bass[iii], que en esta ocasión se acompaña de la partitura de otro creador imprescindible, Maurice Jarre.

Es evidente que se trata de una película que solo podrá gustar o bien a los amantes de la Fórmula 1[iv] o a los incondicionales de John Frankenheimer, y que entusiasmará por lo tanto a los seguidores de ambos “fenómenos”, como es mi caso. No obstante, es absolutamente cierto que la trama más allá de las pistas, no consigue tener el mismo interés que el grandísimo prodigio técnico y estético que supuso el rodaje y puesta en escena de las carreras que aparecen en la película.

John Frankenheimer ha sido considerado por muchos, como uno de los mejores creadores de persecuciones automovilísticas del séptimo arte –como demuestra en el ocaso de su carrera el rodaje de “Ronin”, aunque no en exclusiva-, y esta película lo demuestra con creces; las carreras en mi opinión son más espectaculares incluso que las actuales, las de la era digital, donde la competición destaca por su ausencia y la electrónica ha sustituido el talento natural de los pilotos. En la película vivimos literalmente la lucha de los pilotos con el volante, con la caja de cambios y el embrague, el uso intensivo del doble tacón y el contravolante. Es evidente que sus coches corrían menos, pero eran más difíciles de conducir, más peligrosos y más radicales. La película lo demuestra, como decíamos, casi de forma documental, cuando percibimos que la grasa de la pista se va adhiriendo a las gafas de los pilotos y casi podemos notar el ruido ensordecedor de sus motores y el olor a gasolina.

John Frankenheimer demostró en muchas de sus películas su capacidad como creador y narrador y como cualquier artista destacable, de forma repetida las líneas argumentales y temáticas diferenciales de su obra. Sin embargo, esta es una de las películas en las que demostró básicamente, su impresionante dominio técnico y la capacidad de coordinación de un inmenso equipo no menos especialista que él. Este despliegue técnico fue respaldado no obstante, con 3 Oscars de la Academia en 1966: mejor montaje, sonido y efectos de sonido. En otras obras, su punto de vista argumental arruinó el sentido del espectáculo de películas apreciables (recordamos ahora “Orgullo de Estirpe”) y en otras, la conjunción de ambas características nos brindó resultados magníficos (por ejemplo, en el caso de “El tren” –una obra maestra indiscutible- o en “Los temerarios del Aire”).

Creemos que en el caso de “Grand Prix” el aspecto argumental fue dejado en un segundo plano, no sabemos si por dejadez o por torpeza, pero lo que si es evidente que Frankenheimer logró un espectáculo supremo con el rodaje y puesta en escena aún no superada, más de 40 años después. Ninguna de las películas de “velocidad” rodada después tiene la excelencia técnica de este film y es evidente que el esfuerzo, desfondó el resultado global, pero si como a John Frankenheimer te gusta el espectáculo de la velocidad… ¿a quien le importa?

Os dejo un link para que podáis disfrutar del impresionante prólogo de esta película, Made in Saul Bass:

http://www.youtube.com/watch?v=ovzFXnIXWlM




FICHA DE LA PELÍCULA

TITULO ORIGINAL Grand Prix
AÑO 1966
DURACIÓN 179 min. ESTADOS UNIDOS

DIRECTOR John Frankenheimer
GUIÓN Robert Alan Arthur
MÚSICA Maurice Jarre
FOTOGRAFÍA Lionel Lindon

REPARTO James Garner, Eva Marie Saint, Yves Montand, Toshiro Mifune, Brian Bedford, Jessica Walter, Anonio Sabato, Adolfo Celi, François Hardy, Claude Dauphin

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[i] El Tren, Site días de Mayo, El Mensajero del Miedo o El hombre de Alcatraz, por ejemplo
[ii] Que deben tanto a la “colaboración” con Lancaster.
[iii] Saul Bass merece una bibliografía del tamaño de su insuperable, extensa e influyente obra. Él creo los imprescindibles títulos de crédito de Vértigo, Anatomía de un Asesinato, Psicosis, Espartaco e incluso, de Uno de los Nuestros o Casino. Nadie ha estado a su nivel en la historia del cine y elevó la creación de presentación de películas a la categoría de Arte.
[iv] Esto no incluye necesariamente a los “alonsistas” de nuevo cuño.

2 comentarios :

Qué interesante comparación entre la ausencia absoluta de imaginación y la dolce vita. Muy buen post amigo, vamos que me la apunto porque creo que no la he visto. Es cierto que se ha perdido la sensación de peligro a la que seguro están acostumbrados personas de vida arriesgada, y desde luego también las habilidades para la conducción. En relación a este último tema, mucho unas semanas vemos que Kovalainen se estrella de frente a 150km por hora y no le pasa nada, !pero dónde se ha visto eso hombre!, por lo menos alguna costilla rota o algo de sangre. Ahora en el campeonato actual dicen que es más difícil la conducción porque han quitado el puto botón en el volante para la reducción de velocidad, ! pero a dónde coño vamos a parar !, o que han quitado la tracción de la ruedas, con un Renault Supermiraflory les querría ver a a estos.
Con dios y enhorabuena por el currado artículo

Como siempre, gracias yoyayoyyaya! La verdad es que me aplique la autocensura en ciertas partes de la reseña y me decanté por lo políticamente correcto; porque aunque bien es cierto que nos debemos felicitar por las impresionantes medidas de seguridad con las que cuentan y que salvan la vida de Kovalainen este año o Kubica en la temporada pasada, no es menos cierto que este espectáculo lo es menos desde que el piloto maneja botones en vez de una caja de cambios, cuenta con un coche que no "se cantea", con una servodirección de millones de euros, etc., etc. Es decir, en vez de carecer absolutamente de imaginación y depender del talento y las agallas en estado puro, el piloto se convierte en la herramienta de una máquina (¿?). ¿y quien pierde? como siempre, el espectáculo.
Gracias de nuevo.

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